Oración por el XVIII Capítulo General
Oh, Dios Uno y Trino Padre, Hijo y Espíritu
te agradecemos por el don de la Congregación del Verbo Divino y
nuestra vocación religiosa misionera. Te alabamos por el Sagrado
Corazón de tu Hijo Jesús la fuente de misericordia y gracia.
Mientras nos preparamos, como Misioneros del
Verbo Divino, para el Decimoctavo Capítulo General, enciende en nuestros
corazones la llama de tu amor. Ayúdanos a renovar nuestro compromiso
de estar siempre enraizados en tu Palabra Encarnada como la fuente y
fundamento de nuestra vida, vocación y misión.
Que tu infinito amor nos impulse a
convertirnos en discípulos misioneros transformadores proclamando tu
Reino de paz y reconciliación en cada lugar, entre todos los pueblos
y para todas las culturas. Que todo lo que hacemos, junto con
nuestros socios de misión, lo hagamos con amor genuino tal como nos
has amado.
María, Madre del Verbo Divino, intercede por
nosotros, para que podamos seguir tus pasos y profundizar nuestro
compromiso con Tu Hijo.
A través de la intercesión de los Santos Arnoldo
y José, las beatas María Helena y Josefa, y todos nuestros
mártires, oramos para ¡que el Corazón de Jesús viva en nuestros
corazones y en los corazones de todas las personas!
Amén.
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Oración de los discípulos
misioneros
Dios Uno y Trino: Nos llamaste a vivir enraizados en la
Palabra, comprometidos con tu misión.
Somos seguidores del Verbo
Divino, fuente de santidad y renovación; nuestro nombre es nuestra
misión.
El amor de Cristo nos urge y nos sumerge en servicio amoroso;
desde el encuentro y el diálogo revitalizamos la vocación,
acompáñanos a compartir este don con confianza y pasión.
Señor, tu
voz nos convierte, el clamor de la tierra nos hiere, la vida del
pueblo nos envuelve y el corazón nos enciendes. Somos tuyos,
discípulos misioneros transformadores; arráiganos en ti y envíanos al
mundo como artesanos de comunión.
Espíritu Vivificador, por tu fuerza
regeneradora nos configuras con el Corazón de Jesús, y hacemos
nuestra su opción primordial poniendo a los últimos en primer lugar.
María, Virgen del silencio y Madre del Verbo Divino, fórmanos en la
escucha activa, en el discernimiento y en el cuidado de la vida.
Aliéntanos para que en comunidad, con los compañeros de misión,
seamos auténticos testigos del Evangelio de la alegría.
Santos
Arnoldo y José, beatas María Helena y Josefa, y todos nuestros
mártires, abran nuestros corazones a todos los pueblos, para que
abrazando sus culturas, con sus gozos y lágrimas, permanezcamos
atentos y disponibles a los signos del Reino.
Amén.
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